El ser humano necesita comunicarse, interactuar con otras personas y formar parte de una comunidad. De hecho, las sociedades funcionan gracias a la comunicación y es esto lo que hace únicos a los hombres. ¿Cuántas horas al día nos las pasamos hablando? En casa, en el trabajo, en el bar con los amigos… Necesitamos compartir anécdotas, experiencias e ideas. A esta necesidad tan básica debemos el origen del coworking.
Aunque la concepción de espacio de trabajo compartido nace a finales del siglo XX, el término “coworking” apareció ya en 1628, haciendo referencia al trabajo colaborativo entre Dios y sus ayudantes. Tras estos textos del siglo XVII ya no volvemos a tener noticias de coworking hasta 1995, cuando se funda en Berlín la C-Base, uno de los primeros hackerspaces del mundo. Se trataba de lugares físicos donde las personas trabajaban y se conocían. Estamos delante del antecedente más claro de los espacios de coworking.
Cuatro años más tarde, en 1999, el concepto “coworking” ya se materializó. En primer lugar, Bernie DeKoven inventó el término para describir el trabajo colaborativo a través de ordenadores; y meses después se creó en Nueva York el primer espacio de coworking, 42 West 24, una oficina que aún hoy continúa ofreciendo sus servicios.
Como has podido comprobar, aunque se atribuye a Estados Unidos el mérito de los espacios de coworking, en Europa también hicieron sus pinitos países como Alemania o Austria. Si Berlín fue cuna del concepto “coworking”, Viena fue la ciudad que vio nacer en 2002 Schraubenfabrik, considerado el primer espacio europeo de trabajo compartido bajo el título de “Community center for entrepreneurs”.
No obstante, hasta 2005 no abrió el primer coworking oficial. Fue en San Francisco y obra del programador Brad Neuberg. Surgió como cooperativa sin fines de lucro y ofrecía ocho mesas dos días a la semana, wifi gratuito, almuerzos compartidos, descansos para meditación, masajes y paseos en bicicleta. Un año después, el espacio cerró y en su lugar se instaló Hat Factory, el primer espacio a tiempo completo denominado “coworking space”.
Y entonces el mundo fue testigo del nacimiento de una red de espacios de coworking llamada “Hub”. El primero de ellos surgió en Londres y, desde entonces, se han creado más de 40 espacios en cinco continentes distintos. Se trata de la mayor red de espacios de coworking que existe hoy en día.
De Londres volvemos a Estados Unidos, porque en 2007 el término “coworking” fue considerado como tendencia y empezó a formar parte del discurso de los medios de comunicación norteamericanos. Con el “boom” de esta nueva forma de trabajo, apareció en la versión inglesa de la Wikipedia su propia página. La revolución del coworking culminó con la publicación en 2009 del libro I’m Outta Here! Cómo el coworking está dejando las oficinas obsoletas, de Todd Sundsted, Tony Bacigalupo y Drew Jones, que ponía de manifiesto la evolución del concepto de trabajo autónomo.
Desde entonces, las grandes capitales mundiales se han ido poco a poco llenando de coworkings. En octubre de 2012, Deskmag cifraba en 2.000 los espacios de trabajo compartido en todo el mundo y, según Workcase, actualmente ya son más de 3.000. Por otro lado, recientemente la empresa Emergent Research, dedicada al estudio de tendencias tecnológicas, ha realizado una previsión de los espacios de coworking y vaticina que en el año 2018 habrá 12.000 en todo el mundo.
Desde que en 1999 DeKoven impulsó el concepto, el coworking ha crecido a pasos inmensos y por todas partes del planeta. No estamos hablando únicamente de una nueva (o no tan nueva ya) forma de trabajar, sino también de una manera diferente de vivir. Hablar, compartir, proponer, ayudar, conectar, unir y progresar son acciones comunes en todos los espacios de coworking, sea de la ciudad que sea y se encuentre en el país que se encuentre; esta es la esencia del coworking, desde el día que se creó hasta hoy.