13/8/2014

Un día de verano en Meet BCN...

Por Isabel Pérez

Te levantas por la mañana, crees que será un día normal, como el de ayer y, posiblemente, como el de mañana. Pero en tu interior una vocecita dice que no, que hoy será distinto. No confías demasiado en el poder de las pequeñas cosas, así que te vistes, preparas la comida y sales por la puerta de tu casa. “¡A trabajar!”, te dices por dentro, aunque necesitarías gritar a pleno pulmón para convencerte de ello.

Llegas a la puerta, pones tu dedo para entrar con el sistema de huella dactilar y ahí va la primera sonrisa. De buena mañana, te encuentras ya con las primeras personas que forman parte de Meet BCN. Les explicas que no podías dormir del calor y te das cuenta de lo fresquito y bien que se está en la oficina… Vas directo a la cocina para tomar tu ritual café, que no te dará alas pero sí te hará persona.

Una vez en condiciones de establecer cualquier tipo de conversación, llegas a tu escritorio. Al momento te arrepientes de haber salido ayer con un petardo en el culo, razón por la cual tienes que emplear diez minutos de oro en ordenar tu espacio. Hoja por aquí, boli por allá, ordenador bien colocado, espalda en la silla ergonómica y ¡ya! Ahora sí, empieza el día.

En tu sala sois seis. Hoy has sido el primero, “sí señor”, piensas, y sin querer sonríes, justo en el momento en que sin la mínima sospecha entra tucompañero. Te pilla con la sonrisa en los labios y erróneamente se cree que se debe a su llegada. “Hoy se respira algo diferente en Barcelona”, te dice. Puede que sí, pero no le crees.

Trabajo, trabajo y más trabajo. Tras cuatro intensas y productivas horas delante del ordenador, te apuntas con el resto de la oficina a comer en la cocina. Charlas, sonrisas, desconexión. Y piensas: “Me cae bien toda esta gente, que suerte tengo de haber encontrado un espacio donde pueda conectar con otras personas y hablar de cualquier tema”.

La tarde siempre es más relajada, tranquila, distendida y al mismo tiempo, cansada. Un ambiente diferente invade la oficina, que empieza a notar la pesadez de todas las horas en ebullición. Reflexionas: “¿Cómo el wifi no se da por vencido con tanto esfuerzo encima?”. Pensamiento tonto, muestra de tu fatiga. Miras la esquina inferior derecha de tu ordenador, son las 18:59 y renace de nuevo aquella sonrisa que has dejado abandonada a primera hora de la mañana.

Entonces alguien grita: “¿Quién se apunta al cine a la fresca?”. Respuesta al unísono: “¡Yo!”. Es verano, es Barcelona, es el centro de la ciudad, es el clima, es ahora o nunca. Te espera un atardecer divertido y rodeado de tus compañeros de oficina (ay, de tus amigos). Todo el mundo apaga rápido los ordenadores y pronto la oficina queda desierta. El último cierra la puerta y el sonido del portazo augura el comienzo de una gran noche. Te convences a ti mismo de que habrá que escuchar más a menudo esa pequeña vocecita…