22/8/2018

Cómo gestionar un conflicto, por Alberto Pérez, Edu Forte, Carles López y Marta Gracia

Por coworkingspain

Comunidad y atmósfera: dos grandes valores intangibles de cualquier espacio de coworking, que sus gestores procurarán fomentar y proteger a toda costa. No obstante, y en cualquier convivencia, especialmente cuando la presión del trabajo está de por medio, surgen conflictos que exigen ser resueltos. ¿Cómo abordarlos sin malograr la comunidad ni el ambiente? El consejo general versa en no tener miedo al coworker y dirigirnos de forma transparente, serena y asertiva.

A través de sus experiencias personales, Albert Pérez Sola (workInCompany), Carles López (CREC), Edu Fortre (Betahaus) y Marta Gracia (Cloud Coworking) revisaron algunos de los más comunes y plantearon distintas soluciones.

Os especificamos algunos de los ejemplos que salieron a colación en la mesa redonda que cerró la conferencia, moderada por Laura Ocampo (Coworking Spain Conference).

Caso 1. El coworker troll
 

Sí: el saboteador nato, el quejica constante, el crítico destructivo… no solo existe en las redes sociales, también en los entornos laborales. Y en ocasiones, aparece en la figura de un coworker. Hablamos de ese troll que te lleva por la calle de la amargura: una persona que aprovecha cualquier situación o contratiempo para hacer una queja y movilizar incluso al resto de coworkers. No obstante, es un perfil fácilmente reconocible por los otros miembros de la comunidad, que por lo general no le darán crédito, pero eso no librará al gestor de sufrir algún que otro quebradero de cabeza. Ante esta situación, es importante armarse de paciencia y entender que no se trata de un coworker descontento con el espacio, sino de una persona descontenta, en general, con la vida, con el planeta, con el cosmos. Y que ama el conflicto; por eso lo crea. En la medida en que sea posible, la recomendación es mantener la compostura y marcar los límites claramente sin entrar en su frecuencia negativa, para que advierta la inutilidad de su actitud. Si se entra en su juego, se alimenta su energía, así que conviene ser fríos, pacientes y resolutivos. Hasta que se canse y abandone, o al menos, se calle… un rato.

Caso 2. Subida de precios. ¿Cómo se lo digo?
 

Antes o después en la historia de un centro de coworking, llega un momento delicado: el de la subida de precio. Resulta especialmente delicada, en los casos en los que los centros arrancan con una política baja de precios y tienen que reajustarlos al ir creciendo. ¿Cómo abordar este momento? Partiendo de la idea de que procuraremos siempre fijar tarifas alineadas con el mercado y con nuestro espacio, lo primero que hay que hacer es asumir que no será un camino de rosas y no tener miedo al coworker. Si los precios son justos, y exponemos las nuevas tarifas de forma razonable, será comprensible para la mayoría de los miembros. Además, en la mayoría de las situaciones los que se quejan son los mismos (casi siempre el troll hace su incursión estelar en estas circunstancias). En cuanto a las políticas de captación de coworkers en las que se ofrecen precios especiales, hay que manejarlo con creatividad, o incluso implicando a la comunidad de alguna forma, para que los coworkers lejos de sentirse ofendidos, se sientan valorados como miembros “antiguos”, algo para lo que servirá de forma determinante haber generado una comunidad sólida y participativa.

Caso 3. El grupo de los asociales
 

En ocasiones se pueden dar la situación de que los grupos de trabajo que vienen en equipo no se muestren abiertos a la colaboración, ni tampoco pretendan relacionarse con el resto de la comunidad. Si bien no es aconsejable que ningún coworker se vea forzado a ser sociable, sí es recomendable hablar con ellos o implicarles de alguna forma en las actividades programadas para evitar en la medida de lo posible que forme un “micro coworking” paralelo.

Caso 4. El corworking es mío. ¡Y sólo mío!
 

Otra situación posible, es que el apego de un coworker al espacio sea excesivo y se adueñe de zonas comunes, llegando a personalizarlas con sus propios elementos decorativos. Eso sí: ¡con tan buen rollo! ¿Qué hacer en este caso? Sobre todo, cuando todo lo que se le dice parece no entrar en su cabeza ¡y no alterar su sonrisa!

Ante estas situaciones, lo mejor es hablar con él. De forma clara, directa y serena: y desde el rol de community builder, jamás desde lo personal, aunque sea donde desee llevarnos. Para evitar que la conversación adquiera un enfoque emocional, lo mejor es que el tema se lo indiquen personas diferentes del espacio, de forma que no se convierta en un enfrentamiento personal. Otra opción (solución indirecta) es animar a otros coworkers que necesiten esas zonas a que lo hagan y a que solucionen la situación con él. Generalmente, servirá para que se dé cuenta, si es el caso, de que necesita un espacio “privado” de ciertas dimensiones, para así no invadir una zona pensada para ser común.

 

Caso 5. Es muy majo, sí. Pero no paga
 

¿Cómo decirle a esa persona encantadora y participativa que es tan despistada con los pagos que tiene que pagar ya? Con seguridad. Es necesario abordar la situación con la naturalidad oportuna: estamos brindando un servicio que debe ser remunerado. Es de justicia en relación a otros coworkers y debe ser así. La razón en este caso es absoluta, así que una vez más, no hay que tener miedo al coworker a la hora de recordarle, aunque con buen rollo, que hay una relación comercial con él.

Caso 6. La higiene también cuenta
 

Uñas sucias y largas, hedor, pies descalzos caminando por el centro… son algunas de las actitudes que en determinadas circunstancias quizá toque abordar. ¿La solución? Temple y delicadeza para tratar el asunto, que no se debe dejar pasar por el bien de los otros miembros de la comunidad. ¡Y del espacio!

Caso 7. Problemas con las mascotas
 

Sí, los perros generan un ambiente sociable y funcionan de forma eficaz para generar comunidad. Pero también pueden plantear algunos problemas por falta de higiene o trastornos digestivos, por ejemplo, que haga que emitan ventosidades. En esos casos vuelve a ser menester abordar el asunto con claridad. y poner los límites y los requisitos que las mascotas han de cumplir necesariamente para poder entrar en los espacios. Y si no, deberán esperar en casa a sus amos.

Caso 8. Vivir con las obras: ruido y más ruido
 

Este es un hándicap insoportable para muchos coworkers. Es importante ser honestos con ellos y avisarles de que habrá un periodo de obras (que revertirá en una mejora de servicios) pero también es importante que la gestión de éstas sea lo menos molesta posible para la comunidad. Una solución puede pasar por concentrar el trabajo en determinados días y horas si se llega a un acuerdo con el equipo de obra.