El día a día en un espacio de coworking resulta inspirador y satisfactorio en muchos aspectos. Pero no todo es color de rosa. Los gestores de estos espacios han de tener capacidad de resolución, eficiencia a la hora de gestionar los recursos y mucha mano izquierda para garantizar una atmósfera adecuada a los coworkers. Natalia López, Cogestora de Fangaloka Innovation & Talent; María Santos, Cofundadora de Magma Espacio, Lucía Enríquez, cofundadora de la Guarida Creativa y directora creativa de Eboscreative, y Marga Beltrán; community builder de Nidus 39, compartieron con los asistentes a Coworking Spain Conference 2019 algunas de las experiencias más conflictivas vividas en sus espacios, que les han dejado algunos aprendizajes.
SELECCIÓN NATURAL
Los seres humanos somos emocionales e impredecibles, e incluso al gestor más avezado puede pillarle por sorpresa una reacción de un coworker por su falta de sentido. ¿Cómo reaccionar ante una queja incomprensible? A veces, dejándola pasar. Esta fue la decisión que tomó Lucía Enríquez, de la Guarida Creativa, ante las quejas infundadas de un joven que aseguraba no soportar escuchar a una de sus compañeras de espacio hablar de Harry Potter. Procedente de un entorno colaborativo en Inglaterra, el protagonista de esta extravagante historia había dado una primera impresión de persona pacífica y colaborativa. Las quejas, simplemente, carecían de sentido, ya que además se dirigían contra una las más antiguas y pacíficas ocupantes del espacio. Lucía decidió “dejar ir” la situación y fue el joven quien abandonó el espacio. Un reflejo de que a veces en la comunidad se produce una selección natural de los miembros sin que sea necesaria la interferencia del gestor.
Otro caso de “selección natural” lo ejemplifica un problema que tuvieron que afrontar en Fangaloka con una coworker que tenía una gestoría. En este caso el conflicto no estaba ligado a una manía, sino a los momentos de máximo estrés. La coworker era, en general, una estupenda compañera, pero cuando llegaba la época de presentar impuestos y declaraciones, al final de cada trimestre, sufría una exagerada transformación, volviéndose irritable y perdiendo los nervios con suma facilidad. En un principio, otro coworker optó por ofrecerle su despacho, lo que consideraron una perfecta solución. Lo que no pensaron es en la ubicación de éste: al lado de la sala office, espacio en el que los coworkers suelen reunirse a pasar un rato distendido. Los problemas, obviamente, volvieron a surgir al final del siguiente trimestre: los golpes procedentes del despacho para exigir silencio en el office eran constantes. De hecho, llegó a pedir colgar un cartel demandando que se bajase la voz. Es entonces cuando llegan a la conclusión de que habían cedido demasiado, ya que no le corresponde a ningún coworker decidir qué uso hacer de cada espacio. Finalmente, la solución era clara: ella no necesitaba un coworking, sino un despacho privado, y terminó yéndose.
HABLANDO SE ENTIENDE LA GENTE
No obstante, también puede darse la situación contraria y que nuestros prejuicios o una comunicación inadecuada nos lleven a forjarnos una idea equivocada sobre alguien. Esta fue la experiencia de Marga Beltrán, de Nidus 39, ante la recepción masiva de paquetes a nombre de un nuevo usuario. Además de hacer todo tipo de conjeturas de película, encontraba preocupante el cartón generado. Para “dar una señal” al coworker, llegaron a construir una especie de cabina telefónica de cartón. Fue esta anécdota la que propició un acercamiento que le llevó a descubrir la personalidad extraordinariamente tímida del coworker: trabajaba con ONGs y recibía mucha paquetería. En todo momento pensó que deshacerse de los cartones era algo que correspondía al espacio, pero por timidez, no lo comentaba. Una vez aclarada la situación, la relación se volvió mas sana y estrecha.
Aunque nuestro centro no sea temático, no debemos perder de vista la actividad de los coworkers para conocerlos, comprender sus necesidades y también, para evitar situaciones indeseables, como la que vivieron en Magma Espacio. Tras la llegada de dos nuevos coworkers, reciben una visita de una persona preguntando por uno de ellos: al parecer había adquirido un teléfono que no funcionaba. Pasado algún tiempo, y ya con el coworker en sí ausente, las personas quejándose no dejaban de aparecer por el espacio. Dadas las quejas, descubren la existencia en una página web de clasificados de un anuncio con smartphones a la venta, en el que figura la dirección de su espacio de coworking. Optan por gestionar con la página la eliminación del anuncio, ya que el coworker había desaparecido. Aunque su socio deseaba continuar, ellos le piden que abandone el espacio.
Estos casos son tan solo algunos de los ejemplos de los que se comentaron en Coworking Spain Conference 2019, donde diversos gestores que se encontraban entre el público se animaron a compartir sus experiencias. La historia de una usuaria que pagaba por un espacio flexible y ocupaba la zona fija, un coworker que dejaba sus calcetines sobre la mesa, otro que acostumbraba a pasear en zapatillas de andar por casa, una productora porno que se había planteado rodar en un espacio o un grupo de coworkers amantes del chucrut (plato que se prepara con col blanca) que generaban con sus recetas un olor insoportable fueron otras de las anécdotas compartidas que generaron más de una carcajada.
¿Existe una fórmula mágica para lidiar con tan descabellado festival de desencuentros? Perspectiva, serenidad y capacidad de escucha. O como siempre es ha dicho: talento y talante.