A diferencia de otros negocios, la apertura de un centro de coworking no necesita cifras astronómicas para echar a andar. Por ello, mucha gente opta por no recurrir a inversores externos para abrir su negocio.
Los negocios coworking se basan en la idea de comunidad. Antes incluso de empezar a preocuparse por el color de las mesas, el diseño de la página web o los precios del espacio, podemos concentrarnos en crear y fortalecer nuestra futura comunidad de coworkers. Y a coste cero.
En el coworking es mucho más importante buscar nuestra comunidad que buscar financiación. Al fin y al cabo, quien financiará nuestro negocio será la propia comunidad. Una buena manera de comenzar esta búsqueda es organizar lo que se conoce como “jelly”.
Un “jelly” es un “evento casual de trabajo”. Un grupo de personas que se reúnen esporádicamente para trabajar en un lugar no convencional. Puede ser en un café, en casa de alguien, incluso en un oficina. Cada persona trabaja en lo suyo, pero las ideas se transmiten, la comunicación surge y nuestra comunidad comienza a crecer. Y sin invertir más de lo cueste el café que tomamos. Estas reuniones suelen celebrarse una vez al mes y son un excelente termómetro para medir la viabilidad de nuestro futuro negocio. Así como las futuras necesidades del mismo.
Una vez establecido un grupo, a partir de diez personas es suficiente, ya podemos empezar a hablar de compromiso. La idea es que estas personas que pueden y quieren trabajar juntas inviertan en su propio espacio de cotrabajo a través del pago de sus mensualidades. Es ahí cuando ya podemos empezar a preocuparnos por el color de las mesas.
Indudablemente tendrá que haber una inversión por parte del emprendedor, pero ya dispondremos de una línea de financiación adicional desde el mismo momento que comenzamos con nuestra empresa. Y sin la presión que supone tener un inversor externo sobre nuestros hombros.